“Firmas, muros y botes” es el título de un
libro de más 500 páginas que recoge «con minuciosidad académica los orígenes de
y la edad de oro del grafiti autóctono de la década de los ochenta», tal como
nos lo cuenta El País. Son sus autores Fernando Figueroa y Felipe Gálvez.
Más de
una vez he expresado que me gustan los grafitis, y los fotografío. Pero no
todos me gustan, sobre todo cuando inundan puertas, paredes, tapias, bancos (de
asiento), trenes, estaciones de metro y vagones, etc. Una cosa es una obra de
arte como los que encargan los propios comerciantes para los cierres de sus
comercios y otra muy distinta, los tags (firmas) que inundan todo Madrid y que
se superponen unos encima de otros. En la memoria tenemos siempre presente a El
Muelle, el más famoso de aquella década que formaba parte de la “movida
madrileña”.
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