... mala
rama que le cae encima.
Lo
mejor es no acercarse a los árboles madrileños no sea que se desplome alguno
sobre su cabeza y lo mate, como le ha pasado anoche a un hombre de 72 años, al
que le cayó una rama en la calle Virgen de las Viñas, del barrio de Santa
Eugenia.
Desde
el 21 de junio, entre árboles y ramas, van ya unos veinte desprendimientos con
varios heridos y, lo que es peor, dos fallecidos.
Hay
quien afirma en las tertulias televisivas a propósito del candidato o candidata
a las municipales, que nuestra querida y nunca bien ponderada alcaldesa está
gestionando muy bien el Ayuntamiento y que ha conseguido reducir el déficit de
las arcas públicas. Cierto es que la deuda municipal ha bajado, claro que sí,
pero a costa de, entre otras cosas, la reducción drástica del personal
contratado para la limpieza de las calles y el cuidado y mantenimiento de los
parques y jardines, y luego pasa lo que pasa, Que salir a la calle se ha
convertido en una aventura de alto riesgo sorteando ramas y árboles contando
con la suerte de que no le caiga a uno y lo mate.
Yo, que
soy fan de tuiter, veo cómo el hastag #MadridDaAsco se va engrosando con
cientos y cientos de fotos subidas por los madrileños en la que se ven toda la
suciedad, basuras e inmundicias acumuladas en nuestra ciudad. ¿Qué imagen
estamos dando al mundo y a los turistas que llegan para conocer la capital del
Reino? A los madrileños nos da pena y asco salir a la calle y ver basura
acumulada y desperdigada por todas partes, papeleras rebosantes donde no cabe
ya ni una triste envoltura de caramelo, los contenedores circundados de basura
y mierda y las alcantarillas, taponadas por las primeras hojas marrones que ya
van cayendo paulatinamente. Y eso por no hablar de los malos olores que se
producen por la suciedad, ni de los bancos pintarrajeados, ni las paredes y
cierres de comercios con grotescos y desagradables grafitis, de los contenedores
de papel con la abertura arrancada para poder colarse dentro y robar todo tipo
de papeles que los bien concienciados madrileños tiramos en ellos, si es que,
previamente, no le han prendido fuego lo vándalos que se creen muy graciosos.
Con
nuestra querida y nunca bien ponderada alcaldesa los madrileños hemos visto
otra vez a los personajes de la trilogía de “La lucha por la vida” (La busca,
Mala hierba y Aurora roja), de Pío Baroja. No hay más que observar cómo han
regresado a las calles madrileñas aquellos cartoneros que en camionetas con
barandillas muy altas para que no se les caiga la mercancía van buscando y
recogiendo papel y cartón calle por calle, contenedor por contenedor; o los que
buscan en los cubos de basura rompiendo y desperdigando toda la basura en las
aceras; o los que se dedican a sobrevivir vendiendo collares y pulseras de oro
falso colgados al cuello, en los brazos y en las manos; o los hombres-anuncio,
que compran oro más barato que el competidor de al lado; o los ancianos que
rebuscan en las papeleras cualquier cosa que les sea útil para vender y
aumentar así su exigua pensión; o los que cada noche esperan a las puertas de
los supermercados a que los trabajadores saquen los contenedores con alimentos
caducados; las cuadrillas de rumanas que roban las carteras sin que la víctima
se entere; los niños tullidos que invaden las aceras dando lástima para que las
almas piadosas y caritativas les suelte una moneda; o los jóvenes y “jóvenes”
que diría Carmen Romero que, con una sonrisa beatífica, abordan al ciudadano
incauto con un “hola, ¿tienes un minuto?” y uno dice que no y sale corriendo
porque sabe que si se queda, le van a endosar, sí o sí, una aportación mensual
“voluntaria” para contribuir en una buena causa; o los Bob Esponja, Mickey y
Minnie y Hello Kitty corriendo detrás de los críos para que sus papis les hagan
una foto de recuerdo y, de paso, suelten una moneda; o la múltiple variedad de
estatuas vivientes que juegan al “más difícil todavía” levitando ante la mirada
atónita y curiosa de la gente; o el pianista de vasos con líquidos, que es
capaz de sacar melodías pasando el dedo por el borde...
Por
respeto a mi querida y nunca bien ponderada alcaldesa, no sigo con toda la
lista de cosas que, a juicio de la inmensa mayoría de los ciudadanos, tienen a
bien reprocharle a pesar de que en algunas tertulias televisivas insisten en
que su gestión ha sido y es buena. En mi caso, procuro ser una ciudadana
educada y, a falta desde hace ya dos meses de las bolsitas para cacas de
perros, he comprado en el todo a 100 una caja de bolsitas para sándwiches que
tienen la misma medida y son muy baratas. Lo malo es que son transparentes y se
ve el detritus perruno, pero siempre será mejor que dejar
la deposición canina en la calle.
Sin
nada más que añadir, reciba un cordial saludo de esta ciudadana totalmente
insatisfecha con su gestión.
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